Ya desde el siglo XIX se viene realizando un importante debate entre profesionales e investigadores sobre cómo definir la hipnosis.  Lo cierto es que existen múltiples maneras - todas valiosas -  de definir de qué se trata. Cada una de estas aproximaciones a la experiencia hipnótica se enfoca en alguna de las múltiples facetas que la caracterizan. Así, hay quienes la definen como un estado de disociación, como un estado normal de alteración de la conciencia, como un proceso de relajación acompañado de hipersugestionabilidad, etc.

A modo introductorio y sabiendo que se corre el riesgo de simplificar demasiado, es posible describir la hipnosis como un experiencia de concentración y atención focalizada.  Esta experiencia eventualmente puede estar acompañada de un estado de relajación, aunque no siempre es así. Se trata entonces de una experiencia muy similar a aquella que una persona vive espontáneamente cuando se "sueña despierto" o bien cuando se queda "sumergido" en una novela o en alguna actividad que le interesa mucho. 

Clínicamente esta experiencia de concentración reviste mucha importancia ya que en ella, entre otros aspectos, suele resultar más fácil revivir situaciones para elaborarlas y resignificarlas (regresión, progresión) así como el identificar, reforzar o reprogramar pensamientos (sugestión, visualización creativa, reprogramación cognitiva).

Es importante destacar que la hipnosis no es un tipo de terapia en sí misma, se trata más bien de una herramienta o técnica que se puede utilizar en distintas situaciones.  La pueden usar profesionales de Medicina, Psicología y Odontología en su campo respectivo. 

Cualquier tipo de hipnosis al fin de cuentas es autohipnosis. El profesional no es más que un facilitador que procura ayudar a que la persona encuentre y desarrolle sus propios recursos para mejorar.

 

La Hipnosis de espectáculo

 

Se debe distinguir claramente la hipnosis clínica, aquella que se utiliza en psicoterapia y como complemento de la medicina tradicional, de la hipnosis de espectáculo.

El hipnotizador de espectáculo es fundamentalmente un actor cuyo propósito es entretener al público. Así, selecciona antes del show a un grupo de voluntarios deseosos de participar. Luego a estos voluntarios se les sugiere ejecutar acciones extravagantes para divertir al público mientras están sumidos en un ligero estado hipnótico, dando así la impresión distorsionada de que están “bajo control” del hipnotizador. Estos voluntarios entran en estado hipnótico ya que están de acuerdo en participar: jamás se les podría hipnotizar “a la fuerza” u obligarlos a que hicieran algo sin su consentimiento.

Afortunadamente la presentación de la hipnosis en espectáculos públicos fue prohibida en Costa Rica mediante un decreto ejecutivo emitido el 5 de diciembre de 1975.