Se estima que alrededor de un 10% de la población infantil mundial presenta depresión hoy en día. Esta cifra tan abrumadora nos lleva a preguntarnos: ¿estamos debidamente preparados los adultos para identificar cuando un niño se encuentra deprimido?; ¿reconocemos nuestras propias carencias emocionales y las atendemos para que los niños que están alrededor no se vean afectadas por éstas?; ¿se diferencia la depresión en la niñez a aquella que experimentan los adultos?; ¿existe tratamiento para niños con este tipo de trastorno?.

¿Qué es la depresión?:
Tanto en la niñez como en la adultez la depresión puede definirse como una situación afectiva en la cual la tristeza se expresa con una intensidad y duración mayor de lo usual. Se debe tomar en cuenta que a lo largo de la vida es normal experimentar períodos breves de tristeza. Sin embargo, cuando los síntomas persisten y se presentan durante un período de 2 semanas podría tratarse ya de un caso de depresión mayor.

¿Cuáles son los síntomas de la depresión infantil?:
En los niños la depresión puede expresarse de forma diferente a los adultos. En los adultos que padecen este trastorno impera un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día (la persona se siente triste o vacía). En los niños además de la tristeza el estado de ánimo también puede ser irritable, razón por la cual lamentablemente muchos de estos casos pasan por desapercibidos ante sus familias y las instituciones educativas. Otros posibles síntomas además de la tristeza y la irritabilidad son: anhedonia (pérdida del placer), llanto fácil, falta del sentido del humor, sentimiento de no ser querido, baja autoestima, aislamiento social, cambios en el sueño, cambios de apetito y peso, hiperactividad, disforia e ideación suicida.

¿Cuáles son las causas de la depresión?: en términos generales la depresión es causada por una combinación de factores biológicos, sociales y psicológicos. Es importante que un profesional debidamente capacitado determine en cada caso individual cómo se está presentando esta combinación y que, a partir de ahí, oriente en cuanto al tratamiento o tratamientos más indicados.

¿Cómo se trata la depresión infantil?: la depresión es uno de los trastornos mentales más comunes pero también es uno de los más tratables. El tratamiento de la depresión infantil debe adaptarse a cada caso en particular y a la fase del desarrollo que se encuentra el niño. Asimismo, el tratamiento deberá involucrar de manera activa a la familia del infante.

Algunas de las Terapias Psicológicas que se pueden utilizar en estos casos son:

Cognitivo-Conductual: se basa en la premisa de que el paciente deprimido tiene “pensamientos distorsionados” de sí mismo, del mundo y del futuro. Tales distorsiones que contribuyen a su depresión pueden ser identificadas y posteriormente modificadas.
Conductual: se basa en la aplicación de técnicas de modificación conductual, manejo adecuado de situaciones, etc.
Hipnosis clínica: a través de esta técnica se busca reprogramar los componentes cognitivos y conductuales de la depresión.
Psicodinámica.
Familiar.

En algunos casos también se utiliza el tratamiento Farmacológico (antidepresivos, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, etc.) o bien el tratamiento combinado (psicoterapia y fármacos).

¡Tome cartas en el asunto!: resulta importante que los padres de familia, educadores y demás adultos estén pendientes del estado emocional de los niños y de posibles conductas como las que se han descrito que podrían estar indicando depresión. Si usted conoce un niño deprimido o si tiene la impresión de que podría estarlo, tome cartas en el asunto. Cuanto antes reciba tratamiento mucho mejor (así también disminuye la probabilidad de que el caso sea más severo o de un estado crónico en el futuro). Además el adulto deberá estar anuente a participar de lleno en el proceso e involucrarse, incluso si esto implica un examen individual profundo y la atención de cualquier posible carencia emocional que se esté presentando, bien por algo que sucede en la actualidad o por algo originado en su propia niñez. Nada mejor para un niño que el ver a sus propios padres alegres, tranquilos y en paz con su propia vida. 


Transcripción de un artículo publicado en Cartago en La Nación, periódico bisemanal del 18 de noviembre al 1 de diciembre del 2005.